Maria y Nuestras Madres: Misterio del Amor de Dios
May 11, 2017 • Diocese of St. Augustine

Por P. Heriberto Vergara

Cuando preguntamos quién es Ella, no podemos dejar de  afirmar  que Ella es la madre de nuestro Salvador Jesucristo y a la vez nuestra madre.

Dios pensó en la mujer más buena y hermosa que jamás haya existido: MARÍA.

Mujer humilde, bondadosa y sobretodo vivía muy cerca de Dios; vivía en constante oración y había prometido amarlo y servirlo durante toda su vida.

Aunque se había comprometido con un hombre bueno y honrado como José; no vaciló en aceptar al Arcángel Gabriel que le trajo estas palabras de Dios: “Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita eres entre todas las mujeres”.  “No temas, María has hallado gracia delante de Dios y concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quién pondrás por nombre Jesús.” (Lc 1,30-31)… y en su gran humildad, su respuesta a Dios a través del Arcángel fueron: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”. (Lc 1,38)

La vida de María transcurre como cualquiera de nuestros hogares. Ella vivió en un pueblo llamado Nazaret con José y con Jesús. Ella, como cualquier madre, trabajaba en su hogar, pero de una manera especial.

Por mencionar algunas de sus virtudes, María era una mujer HUMILDE, es decir sencilla; GENEROSA, que se olvidaba de sí misma por los demás; CON UNA GRAN CARIDAD, amaba y ayudaba a todos por igual y una mujer que SERVÍA a José y a Jesús, su familia, con un gran AMOR y una gran ALEGRÍA.

A su vez, la Virgen era PACIENTE y quizá lo más hermoso que tenía era que ACEPTABA CONTENTA TODO LO QUE DIOS LE PEDÍA EN LA VIDA; hermoso ejemplo para aprender de Ella; ya que si fue santa en el hogar, en el trabajo diario, podríamos todos tratar de imitar sus virtudes para santificarnos día tras día nosotros también.

La Virgen María estuvo presente en la pasión y muerte de Jesús; estuvo junto a la cruz, llena de dolor, pero serena. Ella  nos enseña a sufrir con paciencia y fortaleza las penas y los dolores de la vida. Muchas veces estos sufrimientos, aceptados y ofrecidos, nos ayudan a acercarnos a Dios y a ganar más fácilmente la vida eterna.

Al recordarla en este mes de Mayo, recordamos  también a nuestras madres que nos dieron la vida, solo una oración puede brotar de nuestros corazones a Jesús  y a su madre santísima por ellas:

Te damos gracias por nuestras madres, a las que Tú les has confiado el cuidado precioso de la vida humana desde su inicio.

Tú has dado a nuestras madres la capacidad de participar contigo en la creación de nueva vida. Haz que cada una de ellas, puede llegar a comprender el pleno significado de esta bendición.

Mira a cada mujer que está esperando un hijo, hazla fuerte en su fe y pon en su corazón un amor fuerte y profundo para su hijo que pronto nacerá. Ayúdale a vencer sus miedos y dolores dándoles tu comprensión en los momentos de incertidumbre y duda, y esperanza en tiempos de problemas. Concédele alegría en el nacimiento de su hijo.

Bendice a las madres a quienes les has dado el gran privilegio y la responsabilidad de ser educadoras de estas nuevas vidas, haciéndolas capaces de sembrar la fe en sus hijos, a ejemplo de la Virgen María.

 Dales el Espíritu Santo para que ponga  mucha esperanza y paz en el  corazón de todas las madres que han perdido a sus hijos; o están enfermos o alejados du sus familias, o estén en peligro y tengan problemas de cualquier tipo. Llena a todas las madres de fortaleza, misericordia y serenidad.

María, Madre del Cielo, intercede por todas las madres, sé su guía y consuelo. Alcánzales de Dios la Gracia para esta vida y la alegría eterna en la Gloria.

Felicidades en el Día de las Madres.